A ti, que estás leyendo esto:
Quiero contarte que mientras me preparo un café, contemplo por la ventana cómo la primavera se instala lentamente en el aire, y los colores comienzan a brotar de los árboles, el césped y los campos. Tímidamente, el espíritu humano parece despertar con una sonrisa en los rostros.
En estos momentos, no puedo evitar pensar en la distancia que nos separa. Pienso en ti, que lees estas palabras desde el trópico, donde las estaciones no marcan el paso del tiempo; sino ademas, tenemos la fortuna de ver, todo el año una extraordinaria diversidad de alimentos, fauna, flora, paisajes, culturas y sueños.
Este año conmemoramos veinte años de FUNLAZULI (2005-2025). Desde la distancia, abrazar este logro de resistencia y tenacidad es una oportunidad invaluable para renovar nuestros sueños y continuar transformándonos. Y ahora, mientras se despide el invierno y la vegetación reflorece, no puedo evitar pensar en estos veinte años de labor. Nuestra misión ha sido siempre acompañar a nuestros lectores en su capacidad de renovarse, de brotar nuevamente tras inviernos físicos o emocionales.
Entre diciembre y enero, en países nórdicos como Alemania, cuando las temperaturas alcanzan los -5 °C, brotan con timidez los «Galanthus» o «campanillas de invierno». Estas flores se convierten en símbolo de resistencia y esperanza, recordándonos que siempre hay un nuevo comienzo. Con la llegada de marzo, las nieves se disuelven y la primavera se instala. ¡Pero espera! Es mucho más que solo un cambio climático; es un renacer, un florecer simbólico que cobra una dimensión especial, pues nos conecta directamente con nuestra capacidad de soñar y de transformar
En este espíritu de renovación, de nuevos comienzos, de sueños que brotan como flores, pienso en Friedrich Hölderlin, poeta alemán cuya obra celebra esa sensibilidad hacia la naturaleza como impulso vital. Sus versos hablan de la primavera como una fuerza que disuelve las sombras del invierno, tanto en la tierra como en el alma humana. Así lo expresa en su poema «La primavera»:
«La primavera»
De lejanas alturas desciende el nuevo día,
Despierta de entre las sombras la mañana,
A la humanidad sonríe, engalanada y alegre,
De gozo está la humanidad suavemente penetrada.
Nueva vida desea al porvenir abrirse,
Con flores, señal de alegres días,
Cubrir parece la tierra y el gran valle,
Alejando la Primavera todo signo doloroso.
Humildemente,
Scardanelli.
3 de marzo de 1648.
Las palabras de este gran poeta resuenan con la filosofía de Lapislázuli. La poesía no es solo una celebración de la naturaleza: es una invitación a salir del letargo, a reconectar con el propio ser y con el mundo. Hölderlin nos habla de la primavera no solo como un cambio en el clima, sino como una fuerza cósmica que impulsa la vida, que arrastra consigo las sombras del invierno, tanto en la naturaleza como en el corazón humano.
En FUNLAZULI nuestra labor se ha convertido en un acto de devoción con la existencia, un camino que nos permite renovar la vida con cada amanecer. Y con ello, reafirmamos nuestro lema: “Cuando lo sueñes, se hará realidad”.
Como las flores de sakura que brotan cada primavera en Japón, los sueños florecen de manera espontánea casi como un impulso de la naturaleza que parece decirnos que, después del invierno, siempre llega la luz, y es aquí donde, en un giro fascinante, como la figura de las flores de sakura y los emblemáticos cerezos japoneses, encarna perfectamente este concepto de la primavera como un acto de renacimiento.
Cuentan las leyendas que, en Japón, la tradición del hanami, (la contemplación de los cerezos en flor), está cargada de simbolismo y se relaciona con el despertar de los dioses. Cada primavera, millones de personas se congregan bajo los árboles para celebrar el renacer de la naturaleza, pero también para reflexionar sobre la fugacidad de la vida y los sueños. Esta festividad es una lección sobre cómo, a pesar de la tension entre el permanente cambio y lo efimero de la existencia humana, la belleza siempre regresa, siempre renace, como un sueño que emerge de las sombras del invierno.
La primavera nos recuerda la esperanza, la fe en lo que está por venir. Aunque el invierno parezca interminable, los sueños florecen en cada nuevo ciclo. Al igual que Hölderlin, que hallaba consuelo en la naturaleza, nosotros encontramos en el arte y la literatura un camino para hacer florecer nuestras aspiraciones.
La primavera es más que una estación: es una forma de mirar la vida. Hoy, con más convicción que nunca, abrazo el arte como vehículo de transformación. Y al mirar por la ventana, pienso en América Latina, esa flor que ha atravesado tiempos difíciles y hoy comienza a florecer. Pienso en cada lector de Lapislázuli, y veo en ellos, como en las flores de primavera, una lección de persistencia y fe en los ciclos de la vida.
Al igual que Hölderlin, que en sus momentos de crisis se apoyaba en la naturaleza para encontrar la paz y el renacer, nosotros también podemos aprender a ver en la literatura y las artes una oportunidad para hacer florecer nuestros sueños y nuestras aspiraciones. La primavera no es solo una estación climática, es una estación del alma. Así como las flores brotan después de un largo invierno, nuestros sueños también pueden brotar cuando las circunstancias parecen más oscuras. La primavera es la promesa de que el frío, el dolor y las dificultades no son permanentes, sino que están destinados a ser reemplazados por una nueva luz, una nueva oportunidad.
Mirando por la ventana cómo los árboles reverdecen, pienso en cómo, a 10.000 kilómetros de distancia, América Latina es una flor que ha atravesado los tiempos más difíciles y hoy comienza a florecer. Pienso en cada uno de los lectores de Lapislázuli, y cómo, al igual que las flores que trae la primavera, son una lección de persistencia y fe en los ciclos de la vida.
Hoy abrazo el arte con más convicción que nunca y comprendo que el camino recorrido ha sido, en realidad, un proceso de descubrimiento: entender que el sentido de la existencia humana está en luchar y disfrutar cada instante, para finalmente ver florecer nuestra propia primavera. Porque, tras superar un largo invierno, ¿podríamos permitir que nuestros sueños se marchiten sin luchar por verlos florecer?
¡Felices veinte años, FUNLAZULI!