Aprender es explorar territorios desconocidos, de ahí que le calce tan bien al aprendizaje la metáfora del camino o del viaje. El pasado miércoles 20 de junio, salí una vez más desde el Parc de les Aigües, en el barrio del Guinardó, para pasear con los estudiantes que han acudido a las jornadas presenciales de UNIBA por algunos lugares de ese barrio y del de Gracia, y presentarles una novela, El embrujo de Shanghai, de Juan Marsé. Compartimos una ruta literaria, un rato de leer, mirar e imaginar conjuntamente.
El placer compartido basta para justificar el recurso a la literatura en las actividades de enseñanza-aprendizaje, pero, a veces, el marco del aula desvirtúa la posibilidad de vivir ese disfrute, mientras que las calles de una ciudad, los lugares, los relatos que ellos generan y sus vínculos con el texto literario o la vida de su autor suelen resultar muy estimulantes.
Las rutas literarias son actividades que algunos autores incluyen dentro del llamado turismo literario (Magadán y Rivas, 2012) o turismo cultural y que, en el ámbito académico, pueden enmarcarse en la idea de aprendizaje ubicuo (Burbules, 2009). Del concepto de turismo literario, me interesa destacar una experiencia profesional propia: conducir una ruta literaria por nuestra ciudad nos convierte de nuevo en turistas, en observadores, en descubridores curiosos, en investigadores ávidos de saber más sobre el paisaje humano y geográfico de lo cotidiano que, a fuerza de acoger nuestros trayectos, se nos había vuelto prácticamente invisible.
Según Bataller (2011), en las rutas literarias se construye conocimiento y, al mismo tiempo, se transmiten y comparten actitudes, valores, emociones, creencias y perspectivas distintas. Más allá del espacio físico en el que tiene lugar la ruta, se genera, en palabras de este autor, un espacio mental. Confirmo que así es, y que a ese espacio son convocados otros asistentes: otros personajes literarios, otras ciudades, otras experiencias de lectura, otros escritores, otras vicisitudes humanas. En el caso de nuestra ruta, el mapa es El embrujo de Shanghai, y el territorio, aquello que construimos en ese espacio mental a partir de lo que vemos en nuestro paseo y de lo que nuestras experiencias de lectura nos permiten imaginar.
Hablar del Capitán Blay y de Daniel, de Susana, de Forcat y de los hermanos Chacón, y leer fragmentos de los primeros capítulos de la novela es compartir las voces de esos perdedores que Marsé rescata del olvido y que se parecen mucho a nuestros padres o a nuestros abuelos. Además, la ruta por las calles del Guinardó y de Gracia permite contactar con una Barcelona que no sale en las postales, y no solo porque el tiempo ha pasado desde esos años de posguerra en los que un viejo enloquecido y quijotesco recoge firmas con la ayuda de un niño para salvar a los vecinos del barrio de los gases mortíferos que según él emite una chimenea, sino también porque no está de moda y porque no tiene atractivo turístico, lo cual no quiere decir en absoluto que carezca de belleza, aunque probablemente se trate de otra belleza, menos estereotipada y canónica.
Los protagonistas de El embrujo de Shanghai viven en una Barcelona gris, deprimida, desesperanzada, vencida. De ese ambiente los rescata la ficción: Forcat, personaje que aúna el misterio de su kimono al del poder de sus manos, les cuenta a Daniel y a Susana una aventura, una historia de Kim, el padre desaparecido de la niña, una aventura que transcurre en la lejana Shanghai, con espías, con exnazis, con mujeres bellísimas, con ambientes cargados de peligro, humo e intriga. Hoy, para nosotros, el escenario barcelonés de las pillerías de los hermanos Chacón, de los caprichos de Susana, de la inocencia de Daniel y de la tozudez del capitán Blay también puede resultar lejano cuando leemos el libro o vemos la película, pero está ahí, ante nuestros ojos, durante la ruta.
Con la novela como pretexto, pasamos por el campo de fútbol del Europa, nos encontramos con el arquitecto Rovira y su proyecto de ensanche en la plaza que lleva su nombre, hablamos de la rumba catalana y del Gato Pérez en la Plaza del Pueblo Romaní y, por supuesto, hablamos de cine. Porque no se puede hablar de Juan Marsé sin hablar de cine. El embrujo de Shanghai toma su título de una película de Josef von Sternberg, de 1941. Marsé publicó la novela en 1993. Víctor Erice iba a rodar su adaptación al cine y trabajó en el guion durante tres años. Aunque el proyecto no llegó a convertirse en película, el guion fue publicado en Areté con el título La promesa de Shanghai, y es un magnífico texto.
La novela de Marsé fue finalmente llevada a la pantalla por Fernando Trueba en 2002. En la película de Trueba, que se titula como la novela, se aprecia la dificultad de integrar visualmente la historia ambientada en la exótica ciudad china y la vida gris de la Barcelona de posguerra, pero el filme cuenta con un capitán Blay de lujo, un insuperable Fernando Fernán Gómez, en una interpretación inolvidable.
Al llegar a la plaza Rovira, donde empieza la novela, leímos el pasado miércoles el principio. La primera frase de El embrujo de Shanghai encierra todo lo que la novela se propone contar: Los sueños juveniles se corrompen en boca de los adultos. Daniel y Susana despertarán de su sueño infantil, pues no hay otro modo de crecer. Los participantes en la ruta también salimos del sueño turístico y estereotipado de una Barcelona mentirosa (Delgado, 2007), un producto comercial, una marca publicitaria, para encontrarnos, de la mano de Juan Marsé y gracias a la literatura, con una ciudad viva y llena de gente –hoy y en los durísimos años de la posguerra– que trabaja, ama, sufre, disfruta y sueña.
Según me dice hoy uno de los estudiantes que participó en la ruta y que estaba en ese momento leyendo El embrujo de Shanghai, varios compañeros compraron al día siguiente la novela. ¡Feliz lectura! ¡Feliz viaje!
Fuente: unibarcelona.com
Referencias
Bataller Català, Alexandre (2011). La ruta literaria como actividad universitaria vinculada al territorio y al patrimonio, Revista Asabranca.
Burbules, Nicholas (2009). Meanings of ‘Ubiquitous Learning’. En Bill Cope y Mary Kalantzis (eds.). Ubiquitous Learning. Exploring the anywhere/anytime possibilities for learning in the age of digital media. Champaign, IL: University of Illinois Press.
Delgado, Manuel (2007). La ciudad mentirosa. Madrid: La Catarata.
Magadán Díaz, Marta y Rivas García, Jesús (2012). Turismo Literario. Oviedo: Septem Ediciones.
Irene Yúfera
Profesora de la asignatura Cine y literatura en la enseñanza de ELE del Máster en Formación de Profesores de Español como Lengua Extranjera de UNIBA.