Por: Alejandro Jiménez Schroeder
Al pasear por las majestuosas salas del Museo Nacional de Colombia, me sumerjo en una reflexión profunda sobre el significado de la nación que estamos forjando, representando y legando a las generaciones futuras. Para mí, visitar los museos siempre es un deleite, pues me permite descubrir los hipertextos y diálogos que las piezas establecen con nuestra cotidianidad. Sin embargo, en ocasiones, estas narrativas y la construcción del discurso no resultan tan claras, y la presentación de las piezas termina convirtiéndose en una amalgama confusa de elementos de un crisol fragmentado. Es en este punto donde comprendo la complejidad de la curaduría, que busca exponer y proponer una serie de diálogos que nos inviten a cuestionarnos, a reflexionar y a repensarnos.
Paradójicamente, la riqueza de nuestra historia y tradición mestiza muchas veces queda relegada a unos pocos y pobres discursos que se perpetúan, sin permitirnos construir narrativas nacionales desde las cuales las ciudadanías puedan elaborar sus identidades y plasmar sus relatos en el discurso colectivo.
Un museo no es simplemente un edificio frío y poco atractivo; cobra vida a través de lo que acontece en su interior. Sin embargo, cuando esto no sucede, el museo se convierte en un mero archivo de piezas seleccionadas arbitrariamente para enriquecer un discurso nacional preestablecido.
Ante la incertidumbre de poder interpretar los lineamientos actuales del museo, propongo tres visiones que dan sentido a una serie de imágenes, sonidos y memorias que se preservan solemnemente en las paredes de esta institución.
Museo Ampliado: El Museo de Todos
Los museos, por naturaleza, tienden a ser excluyentes, ya que enfatizan y destacan el valor de un objeto al separarlo del todo y presentarlo como único. El pedestal y el espacio del museo son lugares de poder simbólico en disputa, donde se reconocen y confrontan diferentes historias y tradiciones. ¿Quién desearía estar en un museo en la actualidad? Es un lugar desafortunado donde las cosas tienden a perder su contexto mientras se intenta detener el tiempo y el movimiento. En este contexto, el concepto de museo ampliado surge como una propuesta para construir espacios y relatos que amplíen y dialoguen entre sí. La tecnología, en particular, ha permitido los discursos transmedia, superando así las limitaciones físicas del espacio y facilitando la participación democrática de la ciudadanía. No se trata solo de responder a la pregunta de qué se debería incluir en el museo, sino de crear mecanismos de participación que permitan a las personas contribuir a la construcción de un repositorio de memoria nacional, siguiendo el modelo de «Wikipedia».
Museo de las Identidades: Soy porque Somos
A pesar de los avances, la presencia de las regiones sigue estando mediada por una visión centralista del país. Este enfoque ha llevado a una dicotomía entre lo urbano y lo rural, relegando las identidades regionales a meras caricaturas. La inclusión de artefactos culturales como las tamboras del Chocó, los chinchorros de La Guajira o los sombreros vueltiaos de la costa no será significativa si no se establecen diálogos nacionales que reconozcan y valoren la diversidad cultural de Colombia.
Colombia en Busca de Memoria
En las salas del museo, obras de Vásquez de Arce y Ceballos comparten espacio con las de Beatriz González y Fernando Botero, sin una conexión clara entre ellas. Al final del recorrido, resulta difícil comprender por qué las pinturas de Obregón son tan representativas para la historia del arte colombiano como las obras de Antonio Caro, a pesar de sus diferencias temporales y técnicas. Reflexionar sobre la visión del país que elabora Botero y compararla con la de Guillermo Wiedemann nos permite imaginar el país que soñamos y anhelamos: uno en el que quepamos todos.