Fred Vargas, premio Princesa de Asturias de las Letras

La escritora francesa, gran dama de la novela negra, aporta al género policiaco su versión personal de un «radical chic» femenino y feminista, comprometido con el radicalismo político de la tradición local

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La escritora francesa, gran dama de la novela negra, aporta al género policiaco su versión personal de un «radical chic» femenino y feminista, comprometido con el radicalismo político de la tradición local

 

El jurado del galardón, reunido en Oviedo, ha destacado que la obra de la autora francesa encarna la revitalización de un género como la novela de intriga. El acta del tribunal, a la que ha dado lectura su presidente, el director de la RAE, Dario Villanueva, señala que su escritura «combina la intriga, la acción y la reflexión con un ritmo que recuerda la musicalidad característica de la buena prosa en francés» y que, en sus novelas, «la Historia surge como metáfora de un presente desconcertante».

A juicio del jurado, Vargas entiende la sociedad «como un misterioso y complejo ecosistema» y su obra narrativa destaca por la originalidad de sus tramas, la ironía con la que describe a sus personajes, la profunda carga cultural y la desbordante imaginación, «que abre al lector horizontes literarios inéditos», añade.

«El vaivén del tiempo, la revelación del Mal se conjugan en una sólida arquitectura literaria, con un fondo inquietante que, para goce del lector, siempre se resuelve como un desafío a la lógica», añade el acta, que reconoce en la obra de Vargas que haya sumado a la novela negra de forma brillante «novedosas piezas, atmósferas y espacios hasta componer una obra de proyección universal».

Fred Vargas, seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeau (París, 1957), aporta a la frondosa historia de la novela policiaca francesa su versión personal de un «radical chic» femenino y feminista, comprometido a geometría variable con el radicalismo político de la tradición local.

Medievalista y «arqueozoóloga» se hizo famosa a través de las historias del comisario Jean-Baptiste Adamsberg, síntesis personal de los grandes policías/detectives de la tradición parisina, de Maigret (Georges Simenon) al no menos legendario Nestor Burma del segundo de los grandes patriarcas de la novela negra en lengua francesa, Léo Malet.

El ciclo de las novelas del comisario Adamsberg quizá la consagró como la revelación de los primeros años 90 del siglo pasado. Varios de los libros de esa serie y el ciclo paralelo («Los Evangelistas») han sido adaptados a la televisión y ella misma ha escrito sus versiones gráficas (cómic), trabajando al alimón con Edmond Baudoin, entre otros dibujantes.
Barniz culto

Enigmática, voluntariamente «aislada» y al «margen» de los medios audiovisuales de promoción convencional, Fred Vargas pudo hacer carrera como medievalista y «arqueozoóloga», sus primeras profesiones, que dan a su prosa una barniz culto y cosmopolita propio del «radical chic» muy suyo, que la ha llevado a embarcarse en la defensa de causas no siempre perdidas: su defensa ocasional de las campañas políticas de Jean-Luc Mélenchon (líder de France Insumisa, FI, partido de extrema izquierda populista) y la apasionada defensa de Cesare Battisti, un militante de extrema izquierda italiano que no dudó en participar en la «lucha armada», cómplice directo o indirecto de varios asesinatos.

Battisti vivió refugiado en Francia entre 1970 y 1985. Cuando Italia terminó condenándolo a cadena perpetua por su participación en varios homicidios, Battisti huyó… y encontró en Fred Vargas una de sus primeras defensoras, con un apasionante militante muy firme.

Esas posiciones políticas personales de Fred Vargas no siempre están presentes, en escorzo, en su novelas, mucho menos políticas que las de otros autores franceses. Allí donde el radicalismo «chic» de la novelista deriva literariamente hacia formas más sofisticadas, otros grandes autores franceses han preferido cultivar un tono menos «chic» y más brutal. Es el caso de Jean-Patrick Manchette, Jean Vautrin y Jean-Claude Izzo, los tres grandes maestros de la novela policiaca francesa del último medio siglo, mucho más próximos de los clásicos norteamericanos, Dashiell Hammett, Raymond Chandler y Jim Thompson.

De apariencia «frágil», expresándose con lentitud de apariencia titubeante, Fred Vargas es una señora de convicciones sólidas, afirmaciones implacables, quizá fruto de una timidez y «nebulosa» muy presente en el arquetipo de su comisario Adamsberg y los personajes que lo rodean, mucho más «confusos» y atormentados, errantes en ciudades habitadas por fantasmas y almas errantes, perdidas en el dédalo de la historia y la gran ciudad.

Demonios íntimos

Consciente de esa ambivalencia, el rigor de la precisión forzosamente ambigua del relato y «vigor» con frecuencia intempestivo de sus opiniones, no solo políticas, Fred Vargas prefiere evitar el cuerpo a cuerpo de los diálogos periodísticos a tumba abierta. Solo se «entrega» ocasionalmente, cuando se considera a salvo y en seguridad, para dejarse llevar, entonces, por sus demonios íntimos, sabiamente calculados. «Con frecuencia, me preguntan cosas a las que no sé responder», ha declarado en alguna ocasión.

La novelista publicó sus primeros catorce libros con la editora que la descubrió y lanzó, Viviane Hamy. Hasta que, hace dos años, se consumó una «ruptura», para integrarse en Flammarion, un grupo mucho menos minoritario. Quizá se trate de uno de los dramas íntimos de la escritora, vivido con cierta incomprensión por ambas partes, en la tradición de las novelas negras que cuentan historias de amor que acaban mal, víctima del éxito comercial, en este caso.

Decidió firmar sus obras como Fred Vargas imitando a su hermana Joëlle, una pintora conocida como Jo Vargas. Ambos seudónimos hacen referencia al personaje de María Vargas, interpretado por Ava Gardner en la película «La condesa descalza».

«Es una de las autoras más originales del policíaco, comparable a los mejores de cualquier época. Es más, la tengo por una de las principales novelistas actuales de lengua francesa, sin distinción de géneros. “Cuando sale la reclusa” es una de sus obras más logradas», comentaba hace unos meses el filósofo Fernando Savater a ABC.

La última mujer que ganó el premio Princesa de Asturias de las Letras fue Margaret Atwood, en 2008.

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