Fuente: dw.com/es
De forma casi unánime, la crítica y los expertos mencionan a Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981) como una de las voces de la literatura boliviana más refrescantes de los últimos años. La revista Granta lo incluyó en la lista de los mejores narradores jóvenes en español y sus novelas «El lugar del cuerpo” y «Los afectos”, esta última traducida al alemán y a otra decena de idiomas, han merecido la aclamación de lectores y especialistas. Asentado en Houston (Estados Unidos), Hasbún conversa con DW sobre sus proyectos, la génesis de «Die Affekten” e incluso de sus aspiraciones rockeras.
«Sí, fantaseé con la idea de volverme músico durante cuatro o cinco años, cuando era muy joven, pero eso no funcionó. Así que me volví escritor casi como una especie de consuelo. Mirando hacia atrás, sin embargo, me doy cuenta de que mucho de lo que sé como escritor lo aprendí antes como músico. Cada vez que me siento a escribir el muchachito despreocupado y rabioso me hace saber que sigue ahí”, cuenta Hasbún.
«Los afectos” es su segunda novela y da pruebas claras de que la elección de Hasbún fue la correcta. La obra cuenta la historia de Hans Ertl, un alemán excéntrico que trabajó como camarógrafo de la cineasta Leni Riefenstahl y que tras la guerra emigró a Bolivia junto a sus tres hijas y su esposa. Una vez allá, sale a buscar la ciudad inca de Paitití. En medio, su hija Monika se radicaliza políticamente tras la muerte de Ernesto «Che” Guevara, lo que conduce a la familia hacia la devastación. Basada en la historia real de la familia Ertl, Hasbún narra de forma sublime un relato que merecía ser bien contado.
En esto estuvo de acuerdo la crítica alemana, que recibió con entusiasmo el libro. «Es una novela impresionante”, escribió Martina Laubli, de Neue Zürcher Zeitung. «Cuenta con sensibilidad una trágica historia familiar”, apuntó Eva Karnofsky, de WDR 5. «Es una obra íntima y atmosféricamente densa”, definió Martin Halter, de Badische Zeitung.
Usted es mencionado como una de las voces jóvenes más notables de la literatura boliviana. ¿Supone eso un estímulo o una carga para usted?
Saber que hay lectores que aprecian lo que hago no puede ser una carga. Al contrario, resulta estimulante y me provoca la grata ilusión de que debo seguir trabajando con la misma libertad y el mismo entusiasmo. Pero la verdad es que mientras escribo no pienso en estos términos. Mientras escribo estoy a solas con mis personajes, intentando acercarme a ellos lo más posible y dando lo mejor de mí en cada línea. Todo lo demás desaparece un poco.
Ha publicado libros de cuentos, como «Los días más felices”, y también novelas. ¿En qué formato se siente más cómodo?
Antes, a lo largo mis veinte, fui sobre todo un corredor de distancias cortas. Ahora, con los años, disfruto menos de la velocidad y la adrenalina, y más del viaje largo y moroso, de los desvíos interminables, de la acumulación. Quizá por eso llevo mucho sin escribir cuentos, aunque sea un género que me hace feliz como lector.
Su novela «Los afectos” tiene un pie en la realidad: la historia de Hans Ertl y especialmente la de su hija Monika. ¿La elección de los personajes tiene que ver con algún interés suyo, como escritor, en la historia de la familia Ertl o fue solo una excusa para dar forma al relato?
Oí la historia de los Ertl de manera casual y supe de inmediato que quería escribir una novela sobre ellos. Tanto Hans como Monika me parecieron personajes fascinantes, y su convivencia en el seno familiar me sedujo. Así que «Los afectos” nació a partir de ellos, de la intriga que me produjeron, y de cómo empecé a imaginar que pudo haber sido su vida cuando se mudaron a Bolivia en los cincuenta. Luego me di cuenta de que muchas de las preocupaciones que atraviesan mis libros anteriores se fueron colando de manera inevitable: la familia como un laboratorio de las emociones más persistentes, las distintas formas que adopta la extranjería, el peso a veces asfixiante de la memoria…
Precisamente «Los afectos” fue publicada en alemán hace unos meses. ¿Qué importancia tiene para usted el ser publicado en ese idioma?
Por razones evidentes, me causaba especial ilusión que «Los afectos” se publicara en Alemania. Los personajes de la novela son de allá y su historia confluye en más de un modo con la historia del país y con algunos de sus fantasmas. Nunca antes me había arriesgado a escribir algo tan ajeno a mí, a mis circunstancias, a mi propio origen. En ese sentido, sabía que los lectores alemanes iban a ser los más difíciles de convencer. Espero haber salido bien parado de ese desafío.
A propósito del origen, usted es descendiente de palestinos y probablemente sigue de cerca la lucha de su pueblo. ¿Lo marca eso de alguna manera como escritor?
La situación palestina me produce mucha inquietud y pena. Es un pueblo sometido, que vive en condiciones infrahumanas y que está siendo estrangulado día a día a la vista de todos. Hoy mismo (14 de mayo de 2018) fue noticia que al menos 52 palestinos fueron abatidos por el Ejército israelí. Tengo descendencia árabe y eso me hace especialmente sensible al tema, pero más allá de ese vínculo familiar pienso que se trata de un conflicto urgente, un conflicto atravesado por tensiones globales que lo exceden y que lo hacen más complejo aún. En ese sentido, no deja de ser abrumador saber que Estados Unidos le da a Israel más de ocho millones de dólares al día, dirigidos exclusivamente a su desarrollo militar. Me cuesta creer que por esa vía se pueda llegar a la paz.
¿Tiene previsto volver a Bolivia, o se imagina viviendo más tiempo en Houston o, quién sabe, quizás en otro lugar del mundo en el futuro cercano?
Llevo quince años viviendo en gran medida fuera de Bolivia, y por lo pronto me resultaría difícil volver. Pero sí intento ir de visita al menos una vez al año. Ahora más que nunca, felizmente, se puede guardar lealtad a varios sitios a la vez.
¿Qué planes tiene a futuro, Rodrigo? ¿Hay alguna nueva novela en mente?
Hace poco terminé de escribir una nueva novela, en la que estuve trabajando los dos últimos años. Si las revisiones van bien, eso es lo siguiente que viene en camino.