La fiesta de los animales y los jaguares engañados*
´ROYIME JAƗGABƗ IGAƗ´
Por: Manuel Jiménez-Schröder
Cada vez que oímos hablar de la Amazonía, nos surge la imagen de enormes árboles tan altos y anchos como puede ser posible; sus troncos abrazados por lianas y juncos que cuelgan a nuestro paso apenas permiten advertir entre unos y otros; la presencia de las aves y sus cantos mimetizados con el silbar del viento; las bandadas de monos de paso por el dosel arbóreo y, entre los millones de insectos de muchas formas y tamaños que podemos encontrar; las mariposas multicolores que se asoman del lugar menos esperado para seguir rumbo desconocido y las hormigas, constituyen buenos ejemplos para admirar. En este mundo poblado por un perenne verdor casi impenetrable, a la sombra del cual en algunos lugares llega a ser tan densa la vegetación que incluso los rayos del sol se ven obstaculizados en su trayecto hacia el suelo, nos queda como única ruta, seguir los sinuosos caminos que transcurren pequeñas corrientes de agua durante kilómetros para finalmente ser devorados por ríos de mayor tamaño, que a su vez alimentarán el inconmensurable cauce que da vida a la Anaconda Ancestral, reconocida por la mayoría de nosotros como el río Amazonas.
Así, al pensar en las profundidades de la selva amazónica, fría y silenciosa al igual que cálida y desbordada de innumerables especies animales y vegetales, nos enfrentamos a un paisaje lleno de misterios y secretos asombrosos, un espacio donde las leyendas y mitos son veraces, porque en esta selva tropical todos sus moradores participan de una realidad que en sí misma es múltiple. Allí comparten el tiempo y el espacio tanto las especies naturales y las poblaciones humanas, como los seres espirituales y aquellos personajes de los primeros tiempos, desde donde nos han llegado historias antiguas que son narradas por los abuelos y que nos hablan de acontecimientos, tradiciones, ritos y costumbres que vienen siendo aprendidos desde ese entonces, en el tiempo de los antepasados. Tradiciones y conocimientos heredados de los padres a sus hijos y así a sus descendientes a través de la oralidad, el medio más efectivo de mantenerlos vigentes durante cientos de años; más aún, pudiera decirse que también se han enriquecido a partir de situaciones de préstamos lingüísticos y sociales propios de las interacciones entre los distintos grupos, sea por migraciones, matrimonios, o incluso, bajo los procesos de dominación iniciados durante el siglo XVI y que posteriormente continúan en manos de las normas y leyes del Estado contemporáneo. Hoy en día tales narraciones, en su esencia, orales, contrario a la idea de que la palabra hablada muere inmediatamente en la pluma, encuentran en la escritura y tras distintos intentos de alfabetizar las lenguas indígenas, un medio alternativo por el cual pueden perdurar en el tiempo, principalmente ante la ruptura en la transmisión del conocimiento ancestral indígena por medio de sus mecanismos tradicionales.
El relato mítico que aquí presentamos constituye una invitación al lector de Lapislázuli para aproximarse a la tradición oral del pueblo Murui (también conocidos como Uitotos) a través de la voz de uno de sus representantes, hablante de la variedad bue. Esta iniciativa no sólo pretende rescatar el contenido del relato, cuyo propósito educativo nos encamina hacia las formas de comportamiento correcto guiadas por el respeto hacia todos los seres con quienes compartimos nuestra existencia. También busca resaltar, mediante el uso de imágenes y principalmente material auditivo, como complemento de la grafía de la narración, la diversidad y riqueza de las formas orales y elementos lingüísticos tales como ritmos y musicalidad propios de esta lengua; al igual que presta atención a la emulación de los sonidos de algunos animales, lo que develaría aspectos culturalmente relevantes dentro del pensamiento Murui en su relacionamiento con la naturaleza. De esta manera podemos poner a prueba o estimular a nuestro sentido del oído, que culturalmente ha quedado bastante supeditado al sentido de la vista. Por demás ¿sería preciso recordar aquel dicho que reza: “una imagen vale más que mil palabras”?
Los acontecimientos de la historia tienen lugar durante la época mítica conocida como Royime, cuya característica principal es la presencia de la helada o friaje, y que puede equipararse con el periodo a inicios de junio, en el que ningún animal sale ya que el frío los ahuyenta; entonces, allí se reúnen todos los animales que, sin importar que sean enemigos deben estar presentes en ese momento debido a la invitación que hace Royizimui (héroe cultural) para que todos tomen cahuana en el baile del cual él es dueño. Cada uno trae su atuendo, pues en ese tiempo todos usaban máscaras y pintaban sus cuerpos. Y es así, con la llegada de cada uno de los grupos a la maloca que se va desarrollando la historia, en la que según los abuelos se resaltan dos aspectos principales:
El primero es que allí se originan las características físicas de los animales tal como los conocemos hoy en día; por ejemplo, se dice que las culebras tienen la cabeza aplanada luego de que fuera golpeada por el caimán; al tapir le fue cortada la nariz con la concha de la tortuga, por eso quedó con una pequeña trompa; también se explica la razón por la cual el armadillo no tiene dientes o el perezoso no posee cola; otro caso es el halcón (conocido entre los Murui como yokata por el sonido que emite) quien devoró a la culebra en lugar de enterrarla como se le encomendó, por eso su pico y sus garras se mancharon con la sangre y ahora son rojos; por ello se dice que el halcón es el enemigo de las culebras y cuando estas oyen el sonido “yo-ka-ta” se esconden.
El segundo aspecto que se menciona hace referencia a las serie de engaños que padecen los jaguares quienes, como los mayores depredadores en la selva, son considerados los señores que imponen miedo y respeto. La venganza contra los jaguares constituye la parte central de esta versión del mito, pues de su interpretación se derivan formas de enseñanza que hacen alusión al respeto y el buen comportamiento. Ya que el jaguar es quien come venados, los huevos del cocodrilo y devora a los demás animales, sus actos generan la enemistad con aquellos de quienes se burló; por esta razón en la fiesta de Royizimui los animales planearán la venganza a la que será sometida la gente jaguar. Con el mito se nos enseña que nosotros como humanos, y sobre todo los niños, no debemos crear un ambiente de odio o de venganza, que sólo generará mayor malestar y resquemores entre la gente con la que se está compartiendo; si se es vengativo, dicen los abuelos, la gente le va a odiar creando un ambiente de duradero resentimiento. Por el contrario hay que seguir las recomendaciones y las sanciones de los mayores quienes por medio de los relatos exaltan el respeto hacia las personas, y no solamente hacia aquellos considerados como enemigos, de allí el hombre Murui expresa: ´Nosotros decimos con el enemigo se come, se mambea, se lame ambil; se es enemigo en el momento de una guerra, ahí si es un enemigo, pero cuando no, cuando no hay formas de guerra, no tiene porqué haber un enemigo.´
El video, que presentaremos en tres partes, está basado en el texto e investigaciones hechas por el reconocido etnólogo alemán Konrad Theodor Preuss quien visitó la región amazónica a principios del siglo XX, y es narrado por Odo Vijidima indígena Murui, hablante del bue, oriundo de la región del río Caraparaná.